martes, 12 de agosto de 2014

El futuro de los trabajadores


Dice Zygmunt Bauman en su libro "Trabajo, consumismo y nuevos pobres" en el capítulo "Ascenso y caída del estado benefactor"


"Es muy posible que la mano de obra actualmente desocupada nunca mas vuelva a ser considerada como mercancía, y no tanto por que su calidad se haya reducido, sobre todo, porque desapareció la demanda. La única demanda que puede surgir hoy (pedidos de trabajadores ocasionales, part-time y “flexibles” y por lo tanto no demasiado preparados o especializados) dejara de lado, seguramente, aquella fuerza laboral educada, sana y segura que se cultivaba en los mejores tiempos del Estado benefactor. Incluso las cantidades relativamente pequeñas de aquella antigua mano de obra especializada, que algunos sectores de la industria moderna podrían seguir necesitando, son buscados y encontrados mas allá de las fronteras de cada país, gracias a la irrestricta libertad de movimientos que hoy disponen las finanzas y a la tan ponderada flexibilidad de la empresa moderna. Un reciente comentario de Martín Woollacott define bien la tendencia:

El consorcio suizo-sueco Asea Brown Boveri anunció que reduciría su personal en Europa occidental en unas 57.000 personas, al tiempo que crearía nuevos puestos de trabajo en Asia. Le siguió Electrolux, con la noticia que su plantel en todo el mundo disminuiría en un 11%, con la mayoría de los recortes en America del Norte y Europa. Pilkington Glass prevé también reducciones importantes. En sólo diez días, tres firmas europeas clausuraron puestos de trabajo en un volumen comparable a las cifras propuestas por los nuevos gobiernos de Francia y Gran Bretaña para crear empleos... Es notable que Alemania haya perdido un millón de trabajadores en, cinco años, mientras sus compañías están dedicadas a levantar nuevas plantas industriales en Europa oriental, Asia y America latina. Si la industria de Europa occidental se esta mudando en bloque, todos los argumentos sobre la manera de enfrentar el desempleo desde los gobiernos deben ser considerados de importancia limitada.

Los empleadores de la época anterior habían aceptado con gusto que el Estado se encargara de los costos de capacitación y reproducción de mano de obra, porque el futuro de la empresa capitalista dependía del aumento de la fuerza de trabajo. Pero la situación fue cambiando. Hoy, la mayor parte de la ganancias surge de los gastos “iniciales” (que llegan hasta el 80 % de los costos totales), y que no incluyen el agregado de mano de obra adicional. Cada vez más, la contratación de mano de obra deja de ser un activo para transformarse en un pasivo. A los gerentes, sobre todo a los altos ejecutivos de las empresas lideres, se los premia por planificar y realizar con éxito reducciones de personal. Tal es el caso de Thomas Labrecque, director general del Chase Manhattan Bank, a quien se otorgó una retribución de nueve millones de dólares anuales en reconocimiento por su papel en la eliminación de 10.000 puestos de trabajo. Y las Bolsas de Valores comparten y apoyan las prioridades de los accionistas. Quizá por eso Louis Schweitzer, presidente de Renault, se sintió sorprendido y hasta herido por la airada reacción de la opinión publica ante el cierre de las plantas de la empresa en Bélgica; sin embargo, la medida había sido firmemente respaldada por la Bolsa de Valores -la ultima palabra en cuestión de buenos negocios- que respondió al cierre con un alza del l2% en las acciones de Renault.

Por engorrosos que resultaran desde el punto de vista impositivo, los servicios de bienestar público administrados por el Estado representaban, para las empresas, una buena inversión: cada vez que una compañía deseara expandirse iba a requerir, necesariamente, mano de obra adicional; y para eso tenia, siempre disponibles, a los beneficiarios del Estado benefactor. Ahora, sin embargo -cuando los negocios se miden por el valor de sus acciones y dividendos antes que por el volumen de su producción- la función de la mano de obra es cada vez menor en el proceso productivo mientras aumenta, al mismo tiempo, la libertad de las empresas en sus emprendimientos multinacionales. Ahora, invertir en las prestaciones del Estado benefactor ya no parece tan lucrativo; los mismos efectos, y mejores, pueden obtenerse a costos mas bajos. Las "facilidades" logradas en lugares distantes -sin mayor dificultad y bajo los auspicios de gobiernos poco exigentes- rinden mejores dividendos. Estos nuevos negocios brindan oportunidades sin responsabilidades y, frente a condiciones tan buenas desde el punto de vista económico, son pocos los empresarios sensatos que, presionados por las duras exigencias de la competencia, insisten en seguir cumpliendo con su responsabilidad frente a sus trabajadores"