Hace años, en un país lejano, tuve un gato que cazaba las ratas siguiendo siempre el mismo ritual. Corría detrás de ellas, las cogía del pellejo y las mareaba sacudiéndolas de un lado al otro como si las golpeara despiadadamente contra el aire. Sin embargo, también era cuidadoso, procuraba no matarlas de forma
rápida.
Así podía pasarse un rato largo haciendo su deleite la lenta muerte de la presa.
Seguidamente se agazapaba esperando a que la rata insinuara moverse, cuando esto ocurría la dejaba por un momento sentir que podría escapar y
cuando la veía apurar el paso le dejaba caer otro zarpazo hasta otra vez caer medio muerta.
Así se podía pasar el minino con su macabra diversión para en un acto final, de compasión, acorralarla fuera de los ojos del público expectante
y por fin comérsela ... pero no del todo, aún el gatito podía deleitarse dejando restos de la víctima regados por el patio, marcando el vía crucis de la rata como una feliz
muestra de su acto.
La historia tiene moraleja,
cada uno que lo aplique como quiera, pero es fácil, las similitudes están a la
vista.